martes, 21 de abril de 2015

Evolución de la enfermedad Cushing

Desde que detectaron a Pau la enfermedad de Cushing en enero de 2013 hasta el verano de 2014, el perro no manifestó ningún problema de salud. Llevaba más de un año comiendo pienso light de calidad para intentar adelgazar, pero era imposible (uno de los síntomas de la enfermedad es la obesidad abdominal y lo que se llama abdomen péndulo). También presentaba un hígado más grande de lo normal que, con el tiempo, me dijeron que se trataba de "hígado graso" al que no tenía que temer en un principio.
En el lomo, cerca del rabo, le habían aparecido unos comedones (puntos negros), a los que no se les dio mayor importancia, porque no se extendían a una sueperfície mayor, no le picaban y el veterinario no les dio importancia.
Sin embargo, un día, mientras paseaba con él, me dí cuenta de que orinaba sangre.
Dejé pasar unos días, porque no siempre le pasaba y, finalmente, decidí llevarlo al hospital veterinario. 

Piedras en la vesícula
Allí le detectaron piedras en la vesícula (uno de los problemas que pueden llegar a tener los perros con este síndrome) y decidimos operarle.
Fue poco después de la operación cuando empezamos a notar que el perro bebía mucho y orinaba mucho (uno de los síntomas más conocidos de la enfermedad que no había aparecido hasta ahora en Pau) pero, como era verano, lo achaqué al calor. También noté que el animal empezaba a perder pelo de forma gradual, más en el estómago (cada vez más distendido) y en los flancos.
Dejé pasar los meses sin hacerle las pruebas de cortisol y sin dar mayor importancia a estos síntomas hasta que el 31 de diciembre de 2014, saltó del sillón al suelo y se rompió el ligamento cruzado de la pata trasera izquierda.

Rotura de ligamento cruzado
En el vídeo podéis apreciar cómo andaba el perro el día que se rompió el ligamento cruzado de la pata posterior izquierda. 




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